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LIBRO I

El justo y los pecadores

Bienaventurado el hombre
que no anda en compañía de malvados,
ni se detiene a hablar con pecadores,
ni se sienta a conversar con blasfemos.
Que, por el contrario,
se deleita en la ley del Señor,
y día y noche medita en ella.
Ese hombre es como un árbol
plantado junto a los arroyos:(A)
llegado el momento da su fruto,
y sus hojas no se marchitan.
¡En todo lo que hace, prospera.

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